"Música, el camino a la felicidad"
Después de unas cuantas semanas empapado en letras de canciones terapeúticas, me he visto con la oportunidad de salir un poco de la rutina e ir a ver a los Foo Fighters al Corona Capital. Así que, sin pensarlo dos veces, tomé la oportunidad y compré el boleto. Qué gran acierto que fue tomar esa decisión, al final parece que sí que sé tomar buenas decisiones.
En fin, el 20 de Noviembre es el cumpleaños de mi abuela, por lo que nos reunimos a comer para celebrar un año más de vida, en un principio no sabía con quién iba a ir al evento, sin embargo, recordé que uno de mis mejores amigos de la infancia iba a ir, así que quedamos de acuerdo y a eso de las 5:30 de la tarde ya nos encontrábamos camino al Autódromo Hermanos Rodríguez.
El tráfico fue el mismo de siempre, pero se hace mucho más fácil aguantarlo si uno va cantando y alimentando el hype que da el ver a una banda que significa tanto en mi vida. Finalmente, tras una travesía de una hora, llegamos al estacionamiento y tocó caminar un buen tramo para llegar al lugar, el coche había quedado lejos, aunque en ese momento, frescos de las piernas, no importaba mucho.
Entrando al Autódromo descubrí un mundo de colores y sonidos que me cautivaron, mi amigo y yo rondamos un poco por el lugar mientras esperábamos a otros de sus amigos, una vez reunidos los cinco, decidimos hacer un poco de tiempo, ellos querían ver a "The XX", a mi amigo y a mí no nos interesaba algo que no fueran los Foo Fighters.
Para hacer tiempo encontramos un stand donde uno podía jugar a aventar unos costales (que tenían forma y color de chorizo) llenos de arroz, al parecer se me da bien meter el chorizo sin importar la postura. Qué puta ironía. Pero bueno, encontramos un Jenga gigante a lado y, bueno, comenzó un interesante concurso para no pagar la cerveza.
Fue una partida larga e intensa, todos sentimos cerca la caída de una torre que ya se tambaleaba con el soplar del viento, resulta que se me da bien mantener estructuras frágiles en pie. La primera partida estuve a nada de perder, pero el aire me salvó y tiró la torre antes de que la tocara, en la segunda tuve que evitar que se le cayera encima a mi amigo que estaba sacando la pieza. Fueron momentos buenos.
Los minutos pasaron y, dos del grupo se comenzaron a poner cariñosos, les dimos un poco de privacidad y fuimos a cenar para evitar que el hambre fastidiara momentos mágicos, así que una vez que terminamos la pizza, procedimos a buscar lugar entre la multitud. Tocó esperar casi una hora, pero cada minuto que pasaba nos acercaba más al objetivo.
Finalmente, tras unas cinco horas rondando el lugar, salió Dave, detrás de él salió el resto de la banda, y ahí fue cuando comenzó el show. Dos horas de música pura y dura en las cuales me fui quedando poco a poco sin garganta, el punto cumbre para mis sentimientos, fue cuando tocaron "One of these days" y "Walk" seguidas, las sensaciones fueron demasiado y unas cuantas lágrimas salieron de mi.
Es difícil de explicar todo lo que pasó por mi mente en esos momentos, como ya lo había previsto, la emoción del momento terminó haciendo que las canciones tomaran otro significado, pasaron de ser letras que cantaba por diversión a frases que, en gran parte, describían la manera en que me había estado sintiendo desde hace unas semanas. Al final la música terminó siendo mágica.
Y fue al ritmo de los Foo Fighters que el grupo de 5 personas que éramos al principio de la velada, se convirtió en dos parejas y un individuo. Ya podrán adivinar quién era el que estaba solo. Rodeado de miles de personas me sentí solo y alejado de la multitud... Por suerte, esta vez no estaba solo, estaba acompañado por la música de una de mis bandas favoritas.
Hubiera sido lindo quedarme en ese lugar eternamente, si el tiempo se hubiera hecho eterno no habría tenido ningún problema por eso, sin embargo, el tiempo vuela cuando uno se divierte, y, al igual que la felicidad, los conciertos son efímeros y hay que disfrutar toda canción, porque, cuando se apaguen las luces, hay que volver a la normalidad. Qué triste realidad.
En fin, después de ese par de horas mágicas, quedaba el largo camino a casa, el primer paso era llegar al coche y, bueno, aquí mi amigo y yo nos arrepentimos de haberlo dejarlo tan lejos. Caminamos unos 45 minutos hasta llegar a él y comenzamos la aventura en el hermoso tráfico de la Ciudad de México. Al parecer ya ni a las 2:30am uno lo puede evitar.
Después de dar un aventón al resto del grupo, mi amigo y yo emprendimos el último tramo del regreso a casa. Buscamos algo para cenar pero, parece ser, que a las 3:30am ya no hay muchos sitios abiertos. Qué sorpresa. Nos encontramos con una señora a media calle que nos perturbó... Y a eso de las 3:45am estábamos llegando a su casa, lo dejé ahí y volví a la mía.
A las 3:55am me estaba llegando a casa, con la garganta destrozada y hambre, así que opté por seguir mis instintos y comer un paquete de galletas, no eran unos tacos de pastor, pero era mejor que quedarme con hambre. En cuanto entré a mi cama comencé a sentir algo agridulce, sabía que ese día habría de marcar un antes y un después, y que ya no había vuelta atrás.
Así que heme aquí, un par de días después del Corona Capital, pensativo, relatando una experiencia que, posiblemente, a nadie le interese en realidad, sin embargo, supongo que si has llegado hasta aquí no ha sido por error, así que gracias querido lector@, te quiero. Buenas noches y, te mando un abrazo donde sea que te encuentres.
P.d: Como podrán ver, en este texto no existe ningún verso, es un formato que quiero probar y, en caso de ser recibido de buena manera, lo volveré a usar de vez en cuando. De cualquier manera, los versos volverán para la próxima entrada, lo prometo. Y recuerda lector, si necesitas algo de mí... Sólo pídelo. Te quiero.
-EMZA.